Mayo, mes de María, mes de las flores… Muchas generaciones de cristianos han llevado
ofrendas de flores a la Santísima Virgen María durante este mes, representando con ellas el amor de los hijos a su Madre celestial, y encerrando en ellas el perfume de una oración confiada a la Reina de los cielos.
También mayo es un mes en el que nuestras casas, en sus patios y balcones florecen alegres al color de la primavera en un estallido de vida. Geranios, rosas y claveles adornan nuestra vida cotidiana, con sus tonos verdes y vitales que iluminan y han llegado a ser una característica de nuestra tierra Andaluza.
Por eso, cuando durante este mes paseemos por las calles de nuestro pueblo, seamos capaces de ofrecerle a
la Santísima Virgen de la Cabeza la belleza que de tantos maceteros hace brotar la mano amorosa de Dios por medio de la naturaleza; y presentémosle cada día, especialmente cuando estemos regando y cuidando nuestras plantas,
la ofrenda del geranio, una flor que simboliza la fe. Así, viendo cada día tantos y tantos geranios, recordaremos que María fue la primera creyente y bienaventurada por su fe, y pidámosle que nos ayude a tener una fe firme, sencilla, humilde, ilustrada y constante. Que nos ayude a decir al Señor: Creo, pero aumenta nuestra fe. Que nos ayude a conocer bien la palabra de Dios y a ponerla por obra…Y, como no, no dejemos de pedirle por tantos que se han alejado de la fe y que viven en la indiferencia religiosa o padecen dudas de fe.
Ofrezcámosle también tantas y tantas rosas que florecen en nuestros jardines.
La rosa es la flor que simboliza el amor. Y es que el amor a Dios fue el eje de la vida de la Santísima Virgen, porque Ella amó al Señor con todo el corazón, con toda el alma, con todas sus fuerzas… Por eso tenemos que pedirle que nos enseñe a amar a Dios como a nuestro buen Padre que cuida de todos nosotros.
Y, finalmente, hagámosle
ofrenda de los claveles que cuelgan de nuestros balcones. El clavel es símbolo de la esperanza, la virtud y disposición imprescindible para la persona humana. Y es que, sin esperanza, no es posible vivir en la tierra, no es posible superar la dureza del camino, no es posible encontrar sentido al acontecer diario. Que Ella, que es signo y modelo de esperanza, nos conceda la actitud de caminar por la vida con la seguridad de sabernos en las manos de Dios y bajo su protección, confiando en la Palabra del Señor y en su Providencia, en el presente y hacia el futuro de gloria.
By.- R,C