
Reflexiones Cristianas (III)
Desde los primeros tiempos viene representándose a la Virgen coronada. No es un capricho, ni un gusto devocional; sino que es el modo como se ha querido expresar así la dignidad soberana la de la Virgen María como Madre de Dios.
Entre las maravillosas imágenes que hay en el arte, hay una muy especial en que la Virgen se levanta del sepulcro y un ángel viene a colocar sobre su cabeza una corona, la corona de su victoria sobre el pecado y sobre la muerte, por los méritos de su Hijo Jesucristo. También el arte nos ha legado esa otra imagen maravillosa en la que el Padre, o el Hijo, o ambos a la vez colocan una corona sobre la cabeza de la santísima Virgen María cubierta con un velo, que es el signo de la virginidad consagrada.
Y es que el tema de la coronación no es un tema menor, ni en el arte, ni en la teología ni en la devoción popular; ya que el oro, las perlas, las piedras preciosas, la joyas con que los fieles llenan los mantos, las coronas, los exvotos…. no son un alarde de riqueza ni un derroche; sino que han tenido y tienen la misión de manifestar en lo posible al exterior las inmensas riquezas que los fieles saben que se ocultan en el corazón de esta gran Señora que es la Virgen María.
Tenemos que tener presente también que en la simbología cristiana la corona es emblema de victoria y de recompensa. Los mártires cristianos son la corona de la Iglesia; y los que se mantienen fieles, los que dan testimonio de su fe con su vida coherente son “coronas. Por eso, nosotros estamos llamados a ser la “Corona” de María, tipo de la Iglesia.
Por eso, nosotros tenemos que ser la verdadera corona de nuestra Santísima Madre, la Virgen de la Cabeza en este XXV aniversario de su coronación canónica. Hoy, ella nos dice “Vosotros sois mi corona”…
Por eso, nuestra vida tiene que ser el taller de un orfebre que talle nuestros corazones para hacerlos joyas, perlas preciosas en la Corona de María para gloria de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
By.- R,C
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