miércoles, 5 de marzo de 2014

Cuaresma, un tiempo de reflexión.

De nuevo la Cuaresma llama a las puertas de nuestra vida. Cuarenta días de gracia que el Señor nos concede para prepararnos a celebrar santamente el misterio de la Pascua de Jesucristo. Cuarenta días para mirar al interior de cada uno de nosotros mismos y ver que lastres arrastramos y de los cuales hemos de desprendernos para poder seguir al Maestro en su subida a Jerusalén, donde ha de consumar el misterio de su muerte y resurrección.

A lo largo de este tiempo litúrgico habremos de intensificar nuestra relación con Dios. Tenemos muchos medios a nuestro alcance que hemos de saber aprovechar: la lectura de la Sagrada Escritura, la oración personal –aprovechemos que la iglesia está abierta y entremos a tener todos los días unos minutos de intimidad con el Señor que nos espera en el Sagrario-, la oración litúrgica de la Iglesia, la participación más frecuente en la celebración de la Santa Eucaristía, la Confesión sacramental, el rezo del Vía Crucis, la meditación de los dolores de María Santísima….

Pero también es un tiempo en el que hemos de dar frutos de conversión y de buenas obras. Un tiempo de penitencia en el que hemos de privarnos de aquellas cosas innecesarias y que tienen nuestra vida hipotecada. Un tiempo en el que hemos de saber compartir con el necesitado nuestros bienes y nuestro tiempo. ¿Damos limosna a los necesitados? ¿Colaboramos con las necesidades caritativas de la Iglesia? ¿Dedicamos tiempo a las actividades caritativas de la parroquia y de nuestras Cofradías?

Por eso hemos de pensar de qué cosas, además de alimento, hemos de ayunar durante este Tiempo Santo de la Cuaresma: Ayuno de internet…, ayuno de televisión…, ayuno del café de media mañana…, ayuno de críticas innecesarias y que hacen daño a los demás…

Y como no, hemos de practicar esa virtud que tanto nos cuesta, que es la virtud de la obediencia. Si la Iglesia nos manda que no comamos carne, pues no nos creamos que sabemos más que Ella, que tiene dos mil años de experiencia y busquemos excusas de tipo histórica –la famosa “bula” que dispensaba, según decimos- y que lo único que hacen es sacar a la luz nuestra más que amplia ignorancia, que siempre es muy atrevida. Pero que el no comer carne no quiera decir darnos un banquete de marisco. Comamos con sobriedad, con sentido de la moderación –una tortilla, una verdura cocida, una ensalada…- y sepamos compartir nuestros bienes con los necesitados. Así nos lo recordará estos días la Liturgia dando gracias a Dios porque con nuestras privaciones voluntarias, nos enseña a agradecer sus dones, a dominar nuestro afán de suficiencia, y a repartir nuestros dones con los necesitados, imitando así su generosidad.

Aprovechemos, pues, este Tiempo de gracia que el Señor nos concede, y cojámonos de la mano de María Santísima, que siempre nos dará fuerza en el camino.
Ramón Claveria Adiego
Director espiritual de Al Sonar de una campanilla

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