sábado, 1 de noviembre de 2014

En nuestra memoria, recordando a los ausentes.

La Iglesia, como Madre y Maestra que es, sabe aprovechar el transcurrir del tiempo natural para comunicarnos las realidades más profundas de nuestra existencia.

Por eso, este mes de noviembre que comenzamos, cuando vemos que las hojas caducas de los árboles se van secando y cayendo, se nos invita a rezar de un modo especial por las ánimas del Purgatorio, aquellas almas que, habiendo sido salvadas por la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, todavía tienen alguna deuda pendiente con Dios, que tienen que acabar de pagar.

Ellas no pueden hacer nada al respecto. Pero nosotros sí. Este mes nos recuerda, pues, de una manera especial, que  nuestra vida es una vida caduca, que a todos y a cada uno de nosotros nos llegará la hora de rendir cuentas ante el Todopoderoso, y que no podemos presentarnos ante Él con las manos vacías.

Por ello, el recuerdo que estos días tenemos hacia todos los que han vivido con nosotros y que han dejado ya este mundo, no debe ser solamente un recuerdo afectivo y de sentimiento. Debe ser también un recuerdo de oración.

Cuando visitamos el cementerio, y vemos un nombre escrito en una lápida, pensemos que en el interior de aquella tumba están los restos mortales de alguien que ha vivido en este mundo como nosotros, y que al igual que nosotros, se ha tenido que ganar la vida duramente con su esfuerzo. Detrás de cada nombre escrito en una lápida, hay un rostro, una vida, una historia…. Y a muchos de esos nombres, les ponemos cara, recuerdo, sentimiento de ausencia…. Muchos han sido, como nosotros, romeros que han peregrinado al Cerro del Cabezo, que se han emocionado ante la sagrada imagen de nuestra Virgen Morenita, que la han llevado bajo sus hombros, que le han cantado y rezado. Bien seguro que Ella ha intercedido ante su Divino Hijo por todos y cada uno de ellos. Pero no olvidemos que nosotros también podemos, y debemos, hacer mucho por ellas.

RECEMOS POR LOS DIFUNTOS. Pocas cosas tenemos tan claras como que un día nosotros engrosaremos esa lista. Y si de verdad somos devotos de la Virgen, creemos en la vida eterna, en la retribución eterna, en la resurrección de la carne. Dejémonos estar de teorías y doctrinas que ni de lejos tienen que ver con el cristianismo, y que un verdadero devoto de la Virgen no puede sostener, como la reencarnación, o esa expresión que se ha puesto tan de moda “allí donde estés”… No. Los cristianos, los hijos de la Virgen María, creemos en la vida eterna, y queremos vivir esa vida eterna junto a Ella en el Reino de los cielos.

Que nuestra Virgen Morena ruegue por todos sus devotos fallecidos, y mueva nuestros corazones a no olvidar nunca su memoria, y a pedir al Buen Dios misericordia para con sus almas.
By.- R,C

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