lunes, 30 de marzo de 2015

Semana Santa 2015.

Acabamos de entrar en la Semana Santa. Durante estos días celebramos la cruz y la vida; la alegría y el sufrimiento; el abandono y la miseria.

Por eso que a ese Jesús al que aclamábamos ayer como Rey que entraba triunfante en Jerusalén entre cánticos, lo contemplaremos ahora en su pasión, entre sufrimientos y desprecios; abandonado de los suyos, vejado, humillado... Y entre medio, ese grito desgarrador de Jesús “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”

También nosotros hacemos nuestro ese grito de Jesús: ¿Por qué?¿Por qué?, nos preguntamos... ¿Por qué el hambre y la miseria?¿Por qué la muerte de los inocentes?¿Por qué la muerte, el crimen y la venganza?¿Por qué la enfermedad y la injusticia?¿Por qué...?

Y es que el grito del Señor en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Se convierte en el clamor de todos los torturados y muertos de la historia de la humanidad: los niños israelitas que mueren en un atentado suicida palestino; los niños palestinos a los que les tiran sus casas y queman sus cultivos; las mujeres maltratadas, violadas y asesinadas... todos los inocentes que mueren sin saber por qué.

Pues aquí está la respuesta; la tenemos al alcance de la mano, en la Pasión de Cristo; porque Jesús experimenta, personalmente y en silencio, en su propia carne, todo ese sufrimiento y abandono, para proclamar la libertad, la vida, la esperanza...

Hoy, esta Pasión de Cristo la podemos ver encarnada en las torturas de los presos religiosos y políticos; en la intemperie de los que carecen de techo y de ropa; en el hambre de los países del Tercer Mundo; en los cristianos que son martirizados en los llamados países del estado islámico, en los dolores y achaques que se ceban en millones de enfermos en sus camas y sillas de ruedas... Pero también la vemos en el desprecio a la Ley de Dios bajo el disfraz del progresismo; en la manipulación de la religión por parte de poderes políticos, sociales o económicos; en el ateísmo teórico y práctico que se empeña en amordazar a Dios en la vida pública; en la indiferencia religiosa, que margina a Dios de la vida personal...

Hoy, Jesús, el Señor, sigue sufriendo en y con la humanidad y la Iglesia sufriente; pero sigue luchando con todos los que quieren transformar nuestro mundo. Jesús sigue pasando y penetrando en esta realidad dura y difícil de la humanidad marginada y abandonada; pero también la conduce y la lleva a la Pascua.

Un hombre sobre un burro; un lavatorio de pies y un Pan y Vino que se convierten en el Cuerpo y en la Sangre de Dios; unas autoridades que traman; un amigo que traiciona y unos amigos que se duermen; un beso envenenado; unos testigos falsos; un silencio que denuncia; una condena injusta; unos maltratos permitidos; unas negaciones, el canto de un gallo y un hombre que llora; una masa embrutecida; un gobernador que se lava las manos; un camino agonizante y un hombre que ayuda; un hombre que muere clavado en una cruz; un extranjero que cree... y un Dios que está ahí, oculto, callado, en silencio... guardándose la última palabra.

HA COMENZADO LA SEMANA SANTA. No dejemos pasar la oportunidad de descubrir que personaje de la Pasión estamos siendo cada uno de nosotros... y quien sigue siendo Él: Jesús de Nazaret.
Y tengamos muy presente que seguir a Jesús, sobre todo en su camino hacia el Calvario, sigue siendo para todos una asignatura pendiente. Vivamos, pues, con reflexión y responsabilidad estos días de la Semana Santa cogidos de la mano de Santa María, la Madre Dolorosa. Que Ella nos haga un hueco a su lado junto a la cruz de Cristo, en el Calvario, para contemplar, en primera fila, la entrega total y decisiva de Cristo por la humanidad.
By.- R,C

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