Estamos a punto de vivir unos momentos únicos en nuestra historia. La imagen de la Santísima Virgen de la Cabeza va a peregrinar a la Santa Iglesia Catedral de Córdoba, primer templo de la diócesis cordobesa. Y junto a ella, otras imágenes de la Madre de Dios, acompañadas de sus devotos, harán de las calles de la ciudad de los califas una ciudad mariana.
Va a ser un momento especial. No sólo por lo que a nivel devocional signifique este acontecimiento para nosotros; sino porque podremos vivir una experiencia de ser Iglesia diocesana. Una fuerte dosis de “catolicidad”, expresada en que, de todos los lugares de la diócesis cordobesa, acudiremos a la primera de las iglesias de nuestra diócesis, Madre y cabeza de todas las demás.
¿Por qué es la Catedral la iglesia más importante de la diócesis, y no puede serlo, por ejemplo, San Francisco en Rute, o San Andrés, u otra que para cada uno sea de más devoción?
Primero de todo, hay que decir que en ello no nos tiene que mover nuestra devoción personal –porque movernos por lo que las cosas son “para mí”, o por lo que “a mí me parece”, no es católico, sino espiritualidad protestante pura y dura-, sino que tenemos que ver que la Catedral es la iglesia más importante porque en ella es donde el Obispo tiene su sede. La sede o cátedra episcopal es el lugar desde donde cada obispo preside la comunidad cristiana, enseñando la vida de fe y la doctrina de la Iglesia.
Además, en la Catedral es donde tienen lugar las celebraciones más importantes de la vida de la diócesis. En la Catedral y no en otra iglesia. Allí es donde se ordenan los sacerdotes que son enviados a las distintas parroquias a servir al pueblo cristiano. Allí es donde el Obispo bendice y consagra los santos óleos, que son utilizados en los distintos sacramentos. Allí es donde se celebran las Misas más importantes de todo el año litúrgico, y desde donde el Obispo, en nombre del Papa, imparte tres veces al año la bendición apostólica a los fieles. Fijaos si es importante la Catedral, que en cada diócesis se celebra cada año la fiesta de su dedicación, y por encima de ella, no hay ninguna otra iglesia más importante para la diócesis, a excepción de la Basílica de San Juan de Letrán, que es la Catedral de Roma, y la sede del Papa.
Por tanto, el que la imagen de la Virgen de la Cabeza haya sido invitada a acudir a la Catedral de Córdoba, es todo un honor y un privilegio. A lo mejor alguno, por ignorancia, puede decir: “yo no necesito que la Virgen vaya a la Catedral para que la vean” o “si quieren ver a la Virgen que vengan aquí”. Si pensamos así, en primer lugar damos prueba de una ignorancia e incultura religiosa tremenda, y, como dice el refrán, “la ignorancia es muy atrevida”. Pero también correremos el peligro de que nuestra fe católica sea pobre, muy pobre y errónea. Que nuestro ser cristianos no sepa mirar más allá de las paredes de nuestra parroquia o ermitas de nuestra devoción. Pero es que, además, correremos el serio, serio peligro de no ser verdaderos devotos de la Virgen, y que sus imágenes, que son medios para acercarnos a Ella, sean unos fetiches, unos objetos mágicos. Y esa devoción… esa devoción –por llamarla de alguna manera-, es más falsa que el alma de Judas; porque no es devoción, sino superstición, y la superstición es un pecado gravísimo contra el primer mandamiento de la Ley de Dios, ya que le estaríamos dando un poder a un simple objeto, en vez de dárselo a Dios y a la intercesión maternal de María Santísima; además de caer en el error de pensar que la Virgen María no es siempre la misma y única Madre de Dios.
En definitiva: aprovechemos este privilegio que la Iglesia nos ha concedido de participar en la “Magna Mariana”. Que lo vivamos no sólo como un acto de reafirmación de nuestra devoción a la Virgen y como una posibilidad de ver cómo Ella siempre nos acompaña, siendo que estemos en Rute, en Córdoba, o en cualquier otro punto de la geografía mundial. Que lo vivamos sobre todo como una gracia de Dios y un momento fuerte de sentirnos, junto a las demás Cofradías que peregrinará, hijos todos de la Virgen María, miembros de una misma Iglesia santa, católica y apostólica, que se hace patente en la diócesis de Córdoba, e hijos e hijas todos de un solo Dios.
Que la Santa Iglesia Catedral de Córdoba sea, en este día especial de la “Magna Mariana”, una vez más, la casa de todos los cristianos y cristianas de la diócesis de Córdoba, que, unidos a su Padre y Pastor, el obispo de Córdoba, veneran y celebran de un modo especial la memoria de la única y Santísima Virgen María, que por medio de sus múltiples advocaciones, intercede por todos y cada uno de nosotros ante su Divino Hijo Jesucristo.
By.- Equipo de redacción, Foto.- Rutadelmate
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