En medio del tiempo de Adviento siempre nos encontramos con la celebración de la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María. La fiesta de la Inmaculada no desdice, ciertamente, del clima de Adviento; pues estamos esperando la venida del Hijo de Dios, y Él va a ser el protagonista de nuestra fe y de nuestras alabanzas, pero, a la para recordamos que Dios puso junto a Cristo a su Madre, la que le esperó, la que le dio a luz, la que le mostró a los demás.
Por eso que esta fiesta no es un paréntesis en el Adviento, sino que, al contrario, es la fiesta del comienzo absoluto, porque en la Madre empieza a realizarse el misterio de la encarnación del Hijo de Dios, Jesucristo.
Como bien dijo el Papa Pablo VI en la exhortación apostólica Marialis Cultus, hoy es una fiesta “en que se celebran conjuntamente la Inmaculada Concepción de María, la preparación radical a la venida del Salvador y el feliz comienzo de la Iglesia, hermosa, sin mancha ni arruga”.
Por tanto, decir María Inmaculada es decir “milagro de Dios”. Dios la preservó de todo pecado y le regaló una condición creyente con la que supo colaborar de manera extraordinaria. Según esto, María no es sólo un milagro de Dios, sino también un modelo de creyente fiel y agradecida, siempre disponible y en comunión con su voluntad.
Por eso que, según el dogma de la Inmaculada Concepción, hoy celebramos la pureza total de María; no solamente su pureza de castidad, que hoy nos viene bien recordar en medio de una sociedad permisiva que ha pasado del tabú de la sexualidad a su culto y hasta el mismísimo desmadre en el que todo vale -menos lo que dice la Iglesia, claro, que, en definitiva, no es otra cosa que transmitir los deseos del mismísimo Dios.
Hoy celebramos, pues, esa pureza total que Dios concedió a María desde el primer momento de su existencia en el vientre de santa Ana, su madre. Por eso, porque el alma de María brilla como un diamante invadido por la luz de Dios desde el mismísimo momento de su Concepción, María es la “llena de gracia”, como la saludó el Arcángel Gabriel en el momento de la Anunciación.
María es la llena de gracia porque le deja hacer a Dios en su vida: le abre el corazón de par en par y, por ello que al celebrar a María, limpia y atractiva, los cristianos tenemos que sentir en el interior un gran deseo de pureza vital y de compromiso con la voluntad de Dios, como hizo Ella. No en vano, el Concilio Vaticano II, clausurado tal día como hoy hace cuarenta años , recomienda conocer, amar e imitar a María; porque no se puede amar e imitar a quien no se conoce.
Pero también tenemos que volver hoy la mirada a la Iglesia, a ese pueblo de bautizados. Hoy hace 50 años que se clausuró el Concilio Vaticano II, que ha sido un momento en la historia de la Iglesia que ha marcado un antes y un después y que marcó las líneas de renovación y de reforma de la Iglesia. Por este motivo el Papa Francisco ha convocado un jubileo de la misericordia que hoy comienza en Roma con la apertura de la Puerta Santa. Una ocasión de gracia para que todos y cada uno de nosotros, personal e individualmente reformemos nuestra vida. Y es que se habla mucho de reforma de la Iglesia, es verdad. Y es verdad que la Iglesia se tiene que reformar: “Ecclesia Semper reformanda” ¡La Iglesia está en constante reforma! Pero la Iglesia no se reformará si sus miembros, que somos todos los bautizados, no se reforman personalmente. Y para eso no queda otro camino que seguir los pasos que Dios quiere que sigamos. Porque la reforma de la Iglesia no puede llevar sino sólo un camino, que es el de la voluntad de Dios.
Vamos a pedirle, pues, a la Virgen Santísima, que en este Año de la misericordia vuelva una vez más a nosotros esos sus ojos misericordiosos, para que así sepamos remover el interior de nuestro corazón y reformar nuestra vida para preparar, unidos a toda la Iglesia, el camino del Señor.
Que la solemnidad de su Inmaculada Concepción sea una fecha para enamorarnos más de la Llena de gracia y Bendita entre todas las mujeres, y para que, viviendo nuestro Bautismo con la apertura amorosa del corazón, luchemos por imitarla cada día más.
By.- R,C
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