viernes, 21 de julio de 2017

El ajuar de Nuestra Madre.

“Que bonita está la Virgen cuando llegan los días grandes”. “Bonita está siempre, pero con sus mantos de gala y sus broches, … ¡le duele la cara!”.
Todos los devotos de la Virgen de la Cabeza hemos comentado algo similar cuando al final del mes de abril la imagen de la Reina de Rute sale de su camarín y su vestidor la engalana con lo mejor. Es cierto que como seres humanos enmudecemos al contemplarla vestida con sus bellísimos mantos y adornada con su orfebrería, pero ¿Qué historia esconde el ajuar de nuestra Madre Coronada?

Queremos reflexionar sobre el valor sentimental que esconde el valioso patrimonio de nuestra Real Cofradía. Lejos del capricho, de la simple ostentación o del aire de superioridad, a lo largo de los casi cinco siglos de historia de esta institución, los devotos de la Morenita ruteña, movidos por el amor y la pasión por su Madre, han sentido la necesidad de adquirir los distintos elementos que dignifiquen y engrandezcan a su mayor devoción. La Real Cofradía no ha tenido que comprar en muchas ocasiones, pues han sido los hijos de Rute quienes han ofrendado las cosas a la Virgen.

Desde el siglo XVI, la necesidad de servir a María ha llevado a las humildes gentes de Rute a construirle el más bello templo de la localidad, a ofrendarle los más ricos brocados y la más fina orfebrería. Al final del Barroco hubo quien por amor a la Madre de Dios sintió la necesidad de guardarla en el más bello cofre, su camarín. Los frailes que tanto la amaron y prefirieron le ofrendaron riquísimos broches de oro, hoy piezas históricas del joyero de la Virgen.

El tiempos más recientes los donativos de ricos y pobres han colmado de riquezas a Nuestra Madre: sus mantos, sus coronas, sus tronos, su orfebrería. Detrás de cada detalle está la historia de un alma agradecida que pensó “a mi Virgen le hace falta esto”. Con los años apenas conocemos los nombres que esconden los objetos, pero sabemos que van empapados en lágrimas por el recuerdo de quien se fue, por el final de una larga enfermedad o por el nacimiento de un bebé sano, pero siempre con la ilusión de que lo va a llevar María.

La próxima vez que miremos a la Virgen de la Cabeza Coronada de Rute luciendo su ajuar, lo único que debemos tener en cuenta es que todos sus objetos materiales son patrimonio devocional, único en muchos casos, que enriquece al pueblo entero, que están chapados de corazones y que fueron entregados a Nuestra Madre con humildad y mirando a los mismos ojos maternales intactos que miramos nosotros hoy.
By.- Fco. Javier Pacheco Alves.

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