sábado, 7 de diciembre de 2024

Inmaculada Concepcion - II Adviento 2024.

 Este año, el segundo domingo de Adviento, tiene aquí en España un acento especial, pues celebramos la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, patrona de España, una fiesta que nos abre, de un modo especial, a la esperanza que debe caracterizar este tiempo de preparación para la venida del Señor. Por eso hoy pedimos a la Virgen María que nos acompañe en el camino del Adviento, que nos ayude a mantener una mirada y una escucha atenta a la venida de Jesús, el Señor.

Y es que si alguien nos puede enseñar a esperar al Señor que viene es precisamente la Virgen María, que vivió un adviento de nueve meses desde que el ángel le anunció que iba a ser la Madre del Mesías esperado hasta el momento de su nacimiento en Belén.

Y hoy la palabra de Dios nos muestra, como una vez más, Dios tiene la iniciativa. Mirad, si os fijáis, en la primera lectura, es Dios quien sale al encuentro del hombre que le ha traicionado, y le pregunta ¿Dónde estás? También es Dios quien ha tenido la iniciativa de salvarnos, quien dio el primer paso para nuestra redención, quien tuvo la iniciativa de venir a este mundo en la persona de Jesucristo, tomando carne en las purísimas entrañas de la Virgen María. Es decir, Dios no nos deja nunca tirados, al contrario, está tendiendo siempre su mano hacia nosotros para sacarnos del fango del pecado en el que nos metemos. Y hoy, segundo domingo de Adviento, y fiesta de la Inmaculada, el Señor vuelve a llamarnos para caminar juntos y, con el don de su misericordia, curar la herida de la desconfianza y hacernos ver, por medio de María, que ha hecho obras grandes.

Mirad, el color azul de la fiesta de hoy, nos invita a mirar al cielo. Un cielo despejado de nubes y de oscuridad. Si el morado del adviento nos representa el color del cielo cuando rompe la aurora y empieza a amanecer, hoy el azul nos indica que en la Virgen María amaneció la gracia de Dios desde el primer momento de su existencia, y que esa gracia no se apagó en ningún momento de su vida. Nos muestra como la vida de María es claridad, transparencia, un cristal limpio por el que pasa la luz de Jesucristo, nuestro redentor, que viene a salvarnos y a redimirnos del pecado.

Vamos a cogernos una vez más de su mano, mano de Madre, pidiéndole que nos aliente en la esperanza mientras seguimos preparando nuestros corazones para recibir al Señor que llega, para que, como dice san Pablo, lleguemos al Día de Cristo limpios e irreprochables, cargados de frutos de justicia.
By.- R,C

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