
Dicen las personas ancianas, que de experiencia saben mucho, que para contar experiencias, es mejor esperar unos días, para haberlas asimilado bien y explicarlas con la cabeza fría, calmadamente y sin excitarse.
Por eso, pasados ya diez días de las vivencias en el Cerro del Cabezo, quisiera contar lo que ha sido para mi
la romería de la Virgen de la Cabeza este año, que he vivido de una forma especial.
En primer lugar, he de destacar la gratísima convivencia con
D. Jesús, párroco de Rute, con quien he podido tener momentos de oración y de conversación. Puedo felicitar a Rute porque tenéis en el pueblo unos sacerdotes de los pies a la cabeza que os quieren como unos padres y están totalmente dispuestos a dar lo mejor de ellos mismos por vosotros.
Luego, la experiencia de subir andando al Cerro del Cabezo. Una experiencia que dio comienzo a las siete y media de la mañana del sábado 25, precedida de una larga procesión por el interior del pueblo de Andújar. Creo que Andújar no dejó calle ni plaza a lo largo de todos estos días por los que dejara de pasar la bendita imagen de la Señora. Esta subida al Cabezo encerró para mi dos momentos especiales: uno, cuando el arcipreste de Andújar me encargó que rezara un responso por un andero fallecido hacía poco tiempo. Fue un momento especial. Tenía la imagen de nuestra morenita a escasos cincuenta centímetros de mi, mientras dirigía al cielo la plegaria por Jaime, el andero fallecido. Todos los anderos se volcaron conmigo en aquel momento y me di cuenta que, contra lo que muchos piensan, que son un grupo cerrado, son un grupo que te dicen: “Padre, la Virgen es de todos, y la puede usted llevar cuando quiera”. Así fue el segundo momento especial de la subida: Ellos mismos me ofrecieron un varal y la posibilidad de, en lugar privilegiado, portar sobre mis hombros la imagen de santa María, que en aquellos momentos todavía no había sido cerrada en “la jaula” que la protege en su itinerario por las veredas de Sierra Morena. Era como un sentir esa sensación de cuando tu madre te pide que la acerques en coche hasta casa…. Pero esta vez era la Virgen que nos decía a todos: “Subidme a mi casa, subidme al Cabezo”.
La subida al Cabezo fue una auténtica aventura. Pero una aventura en la que pude descubrir a Dios. A Dios que me hablaba por medio de la naturaleza, de la obra magnífica de su creación. A Dios que se me manifestaba cercano y caminante conmigo por las veredas de Sierra Morena. Y la alegría que contagiaban los romeros que subían en sus carretas, que te invitaban a subir a ellas y te consideraban uno más de su peña romera desde el primer momento (De hecho, una peña romera de Andújar vino a buscarme a la casa de la Cofradía para ir a tomar algo con ellos a su carreta, y luego iban gritando en la procesión “¡Viva el Padre Ramón!”, con lo que me pusieron más colorado que un tomate.
¿Y qué decir de la llegada de la Virgen al Cerro del Cabezo? Apoteósico. Momento que algunas personas que estaban conmigo en aquellos, como Inma, Macarena y Sandra, que recibieron en aquel momento el bautismo romero frente a la imagen de María Santísima no olvidarán jamás. Las lágrimas que corrían por sus rostros lo decían todo sin decir nada.Y llegado el momento de la procesión, tras vivir esos momentos de intimidad con el Señor en la Eucaristía del Pastor y en la Misa solemne de las Cofradías, dejando que las notas del sentimiento andaluz se conviertan en oración dentro del alma, mi gran sorpresa: los trinitarios me invitaron a participar junto a ellos en la procesión: Ir durante la procesión junto a la Virgen, en medio de todo el bullicio romero y de los vivas y ovaciones a nuestra querida Morenita, compartir luego la mesa, almorzando junto al
Padre Domingo… Esto no se puede contar. Esto hay que vivirlo.
Y como no, la convivencia con los Hermanos Mayores, con los miembros de la nueva Junta de Gobierno, a quienes deseo todo lo mejor y pido a la Santísima Virgen les ayude en esta difícil pero emocionante labor que acaban de emprender, todo ello para su gloria y devoción, y con todos los ruteños, gente que, aun en las distancias que nos separan, llevo todos los días en mi corazón y mi plegaria, como dicen las letras del coro “la Morenita”: “
Rute tú eres la tierra que llevo dentro, que siempre estás en mi pensamiento, que me acompaña en mi caminar. Rinconcito de Sierra donde María, allá por Mayo en su romería baja del cielo para bailar”.
By.-R,C