Se inicia el mes de Diciembre en nuestra
Iglesia exconventual de Nuestra Señora de la Cabeza (sede de la Parroquia de San Francisco de Asís desde 1889), y en la inminencia de la Solemnidad litúrgica del día 8, con la presencia de nuestra Celestial Capitana, ataviada con los colores propios de la devoción inmaculista, cuales son el blanco y celeste.
Unos colores fijados y determinados desde el nacimiento de la Orden Concepcionista, de manos de
Santa Beatriz de Silva en el año 1489. Dicha Santa que, nace en el seno de una familia aristocrática lusa
(su padre fue gobernador de Ceuta) que se destacaba por su devoción a
la Inmaculada Concepción. Fruto de dicha acendrada piedad por este singular privilegio de la Madre de Dios, es que de dos de los 12 retoños de dicha familia, han sido elevados al honor de los altares: la mencionada fundadora de la Orden de la Inmaculada Concepción,
Santa Beatriz, así como su hermano el franciscano
Beato Amadeo de Silva.
Aunque oriunda de Portugal, en su en su juventud se traslada a Castilla formando parte del séquito de la
Princesa Isabel de Portugal que contrae matrimonio con el
Rey Juan II. Pasa a ser pues, Dama de la Corte de Castilla y destaca sobremanera por su belleza física, llegando a considerarse en su época la más hermosa mujer del Reino castellano; lo que la llevó a soportar los celos de la Reina Isabel
(madre de la que con el tiempo sería “Isabel la Católica”), que sospechó podría ser rival suya por las atenciones que parecía prodigarle su esposo el
Rey Juan II de Castilla, sin que la noble lusitana le consintiese aprecio alguno. Enfurecida la Reina, la encerró en un arcón para que muriera asfixiada; y durante los tres días en que estuvo encerrada en el mismo –sin perecer por asfixia-,
tuvo una visión de la Santísima Virgen que vestida de túnica blanca y manto celeste, le pidió que fundase una Orden destinada a glorificar perpetuamente el privilegio de la Inmaculada Concepción, cuyas religiosas deberían de vestir con dichos colores.
Pasados esos tres días y cuando la Reina abrió el arcón para verificar que su Dama había perecido asfixiada,
Doña Isabel surgió plena de vida y con más hermosura, aunque desde entonces y para no ser causa de escándalo alguno, se cubrió para siempre la cara con un velo, y se retiró al Monasterio de
Santo Domingo el Real de Toledo donde pasó treinta años, hasta que funda con ayuda de su gran amiga y pariente, la
Reina Isabel la Católica, la Orden de la Inmaculada Concepción. Tras el fallecimiento de la Santa el mismo año en que recibió de Roma la Bula Papal para fundar dicha Orden, la Reina Católica y contando con el parecer e influencia de su gran ayudante el franciscano
Cardenal Cisneros y con la anuencia papal, encarga la protección de la incipiente fundación claustral concepcionista, al amparo de la Orden Franciscana, como así perdura hasta nuestros días.
La Orden Franciscana que, como sabemos por los datos históricos, se hace cargo en 1736
(tras haber residido en el cenobio de la Hoz y posteriormente en la Ermita de la Vera Cruz), de la Iglesia de Nuestra Señora de la Cabeza en el Barrio alto de Rute, construida por su Cofradía: erige el edifico conventual en solar adyacente a dicho Templo.
Si bien en prácticamente la mayoría de las Iglesias franciscanas, su altar mayor o retablo principal está siempre presidido por una representación iconográfica de la Inmaculada Concepción
(Patrona de la Orden desde 1263), tal como puede comprobarse aún hoy en las cercanas localidades de Lucena o en los dos templos franciscanos de Priego de Córdoba; en el caso de Rute y dada la titularidad de Nuestra Señora de la Cabeza en la Iglesia en la que se establecieron, y por ser “propietaria y dueña” de la misma, la advocación que los caleros iliturgitanos trajeron a ésta villa de la Subbética cordobesa, prevaleció sobre la patronal de la Orden Seráfica.
No obstante, los frailes reservaron para la Inmaculada Concepción y en la nave del templo denominada “de la epístola”, el presidir la Capilla de la Orden Franciscana, con retablo y camarín propio –como persiste en la actualidad-. Al frente de la Iglesia de la Virgen de la Cabeza de Rute se encontraban los
franciscanos recoletos que cuando se reunían y expedían documentación al exterior encabezaban la misma con
“Convento de Ntra. Sra. de la Cabeza de Rute”.
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