Magnifica la Homilía de D. Amadeo Rodríguez, obispo de Jaén de donde extraemos estos dos fragmentos de la misma.
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“Recorrerás la geografía espiritual que forman la multitud de tus hijos, y también la de aquellos que no tienen mucha relación contigo, pero sufren y esperan, sin saber muy bien de dónde les vendrá el auxilio. Tú estarás, como siempre, muy cerca y muy atenta a ellos en el camino de sus vidas. Tú eres como tu Hijo, como el Resucitado, y por eso fuiste enviada a este bendito lugar para estar junto a nosotros y acompañarnos en todas las situaciones de la vida. Hoy haces Tú el camino de ida; el de vuelta ya lo haremos cuando podamos superar esta amenaza que nos lo impide”
” Gracias, Madre, por esta romería en estado puro que estás haciendo hacia nosotros; por las caminatas de romera que haces para acompañarnos a todos en el confinamiento, la enfermedad, la pobreza y la muerte que no cesa. Cuando llegas a nuestros corazones y a nuestras casas, contigo sentimos el calor y la luz de Cristo que nos llena de alegría y nos invita a un anuncio feliz, que llena el presente de ilusión e ilumina el futuro de esperanza: ¡Jesucristo ha resucitado, verdaderamente ha resucitado! Un beso de todos tus hijos, querida Virgen de la Cabeza”
Así mismo nuestro buen amigo Alfredo Ybarra publica un interesante artículo en Ideal Jaén.
A la excepcionalidad que vivimos por la global y demoledora pandemia del COVID-19 y a su sísmica crisis socioeconómica, se añade además en estos últimos días una extrañeza anímica, que aunque de dimensiones nimias respecto a la devastación que nos asola, afecta a muchas personas, a muchos lugares. Y es que hoy, último domingo de abril, no se va a celebrar como es tradición la culminación de la romería y la procesión de la Virgen de la Cabeza. Hoy el cerro del Cabezo está desolado. No cubren sus faldas, como un heterogéneo manto agitado de ensueños dispuestos in situ a la ceremonia de la catarsis tantas decenas de miles de romeros rebosantes de anhelos, llegados de todas las geografías. Relegados en estas semanas de Estado de Alarma y confinamiento han quedado cultos, pregones, conciertos, presentaciones de publicaciones, ofrendas de flores, exposiciones, y tantos otros actos, de instituciones y cofradías de la Morenita en diferentes partes. La última vez que esta fiesta se suspendió fue durante la última guerra civil. Pero a lo largo de la historia ha habido interrupciones o aplazamientos a consecuencia de epidemias. También en el reinado de Carlos III se interviene la romería suspendiendo las cofradías por los excesos y desmanes que ocurrían en el Cerro. Con la invasión francesa, o la desamortización de Mendizábal, también la romería quedaba interrumpida entre 1810-1812 y 1835-1845, respectivamente. Pero la devoción y la interpretación de la Virgen de la Cabeza, son tan caudalosas, están tan enraizadas, que los devotos saben adaptarse a las circunstancias sin perder un ápice de su hondura y carácter poliédrico, lleno de matices, muchos de íntimo cariz. De este modo la vivencia sociocultural y religiosa en torno a la Morenita no pierda vigor, un vigor que se espolea según momentos y circunstancias, manteniendo siempre en alto la llama anímica del universo de esta creencia mariana.
No obstante hablamos de una piedad y unos sentires conformados desde un simbolismo particular y una espiritualidad ancestral y que desde el medievo (según los relatos tradicionales, desde 1227) se ha asentado en la idiosincrasia y en la médula espiritual de muchos lugares y generaciones bajo un denominador común. Es aquel momento del siglo XIII en esta parte de la geografía el del despertar religioso de los laicos, el del ponderar la piedad mariana con el triunfo del sentimiento, el tiempo del homo viator que necesita el camino, tanto el físico, como el espiritual de transformación anímica. Es el tiempo de poco a poco acompasar liturgia y la piedad del pueblo llano. De ahí parte muy sintéticamente el espíritu de la Romería de la Virgen de la Cabeza.
Es la religiosidad popular. Unas hondas creencias. Unas actitudes humanas, sustanciales; unas convicciones impregnadas de un devenir cultural, que se conforman en torno a la figura de María con el nombre de la Cabeza. Por eso el que esta pandemia mundial que nos afecta haga que hoy no podamos cumplir el rito inalienable del encuentro en el Cabezo con la Morenita, debe de ser algo circunstancial. Que no podamos sentir el abrazo exultante de la plenitud serrana en efusión primaveral, que no nos hayamos abrazado con tantos romeros conocidos, “hermanos”, que no hayamos sentido en ese altar pétreo que besa el Jándula la plenitud en tantas pinceladas e instantes que se suceden en los días romeros , no debe causarnos pesar. Que no escuchemos tantos “pon pon poroponpon” tan mezclados, tantos compases repetidos de “Morenita y pequeñita,…” y el revolar de
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Porque esa cumbre serrana, es un fulgor de esperanza. Y esa imagen de la Virgen de la Cabeza que hoy debiera salir de su templo, tras la eucaristía que sí va a celebrar el obispo de la diócesis a puerta cerrada, para fundirse con sus rendidos romeros y que no puede ahogar sus lágrimas por tanto dolor y tanta muerte que el negro vendaval del coronavirus ha traído, está hoy procesionando en nuestro corazón, en nuestras casas, en el cielo de nuestras calles. Ella nos aúpa en la resistencia y en la responsabilidad colectiva que hoy nos toca, y alienta nuestros sueños, nuestra fe y nuestros amores. Porque hoy es último domingo de abril. Y hoy el repique de campanas del Santuario rompe las negras espesuras confinadas, y en la inmensa levedad de la Virgen de la Cabeza sentimos la proverbial grandeza del espíritu humano y el ímpetu de los milagros.
By.-A,A Fuente.- Alfredo Ybarra y diócesis de Jaen.
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